Dar vueltas sobre las ideas y las cosas. Sin pretender crear un sistema. Simplemente discurrir, cavilar si quieres. No para dar forma a ningún concepto. Tomar conciencia de ningún hecho. Saltar de aquí a ninguna parte. Solamente dejarse llevar. Rememorar, inventar. Apenas relacionar desrazonadamente una cosa con otra. Sin la gramática de las relaciones humanas. Fluir. Luchar contra todo paradigma. Contra todo sintagma nominal. Sin un propósito. Tal vez sólo el de pensarse a uno mismo. Medirse en el tiempo. Desordenadamente. Para no tomar decisión ninguna ni para encaminar alguna acción. Reflexionar sobre el punto en el que no estamos. Libremente pensar. Flotar dentro de la mente. Explorarse. Sin sucumbir. Arriesgarse a sentirse uno y nadie. Sin ataduras, sin ideas preconcebidas, casi sin emociones. Perderse. Pensar desde la realidad de un sueño. Descontrolarse. No renunciar a nada después de haber renunciado a todo. Sin un norte. Pensar en blanco. Sin método. En el color del aire. O en el olor húmedo de la tierra. Pensar sin crear. Divagar en tinto. Sin historia. Sin territorio. Maldita sea, sin dioses ni banderas patrias. No pensar. Salirse de uno mismo. Sacarse la piel. Emerger de nuestra propia boca. Mendigarse a cuchillo. Sin esperar respuesta. Pensarse desde el hígado. A todo pulmón. Ni siquiera tocar tu pensamiento. Ser libre imaginación. Sin lenguaje. Con la penumbra escrita en rojo. Lleno de la clarividencia de una voz desarticulada. La de mis padres. Sin dolor. Como un sol que se despierta. Con la mente en un punto tuerto. Con la cabeza recostada en una línea. En el horizonte. En el más acá. Con el cerebro cortado a rodajas. En el hueco de una pared de ladrillo. Vaciar el entendimiento ante el graffiti de una niña en Montevideo. En una ventana que es la portada de un libro interior. En una puerta que se abre hacia un desierto de arena. En el cielorraso. En el vórtice, en el vértigo. En los cristos inconcretos. En el reino de este mundo. En el agua que corre por el lecho del río. En la nada, en el todo. En una curva de tu cuerpo. En el ojo que se mira para adentro. En la cuchara de Vallejo. En tu pubis marital.

Juan Ignacio Siles