Qué importa si vienes o si vas, para adelante o para atrás, si trashumas o transitas, si migras o atraviesas, viajante o pasajero de un tren, si marchas directo al centro o te quedas en la orilla, si al infierno vuelas o caes al infinito, si te levantas dos palmos o te impulsas a ras del suelo, si atraviesas la piel o te quemas en el fondo, siempre estás caminando, a la izquierda

por natural, pero al sur por convicción, subiendo o bajando, en círculo o en diagonal, la ruta nunca es una línea recta ni un disparo malogrado al corazón, ni el camino de Santiago ni el éxodo a la Medina, no importa, peregrina paloma imaginaria, decía el modernista

poeta boliviano, deambular en busca no ya del origen ni del destino final, sino del instante en el que se produce el reencuentro, la anagnórisis, el brusco o el suave incorporarse en la ajenidad intemporal de tu cuerpo, en el oído o la mirada, mejor en la memoria del tacto para que el volver sea mutuo reconocimiento, reincidencia y no olvido, redescubrimiento y no incerteza, transgresión sin prisa de fronteras, recorrido, cruzar los territorios de tu entendimiento, explorar las sagradas penumbras de tu intimidad, andar y desandar, regresar al huérfano punto de partida, a la casa que no es mía, al ámbito, a la palabra, al idioma, porque al final y no al principio es el verbo la carta de navegación,
el astrolabio.

30 de junio, 2017